Reportaje:
Escuela Unidocente y Multigrado del Perú
El viaje de
la maestra que le enseña al único alumno del colegio de Shongohuarco
Texto :Alicia Rojas Sanchez Foto: Bryan Albornoz El Comercio-Perú 7/7/2018
Luego de bajar de la combi, la trocha se abre camino
y María emprende la ruta cuesta arriba hasta el centro poblado Shongohuarco, en
el distrito de Cashapampa (provincia de Sihuas, en Áncash). Nadie más baja con ella. Nada
más que el crujido de los árboles que se tambalean la acompañan. Aunque esto no
ha cambiado en los 17 años que tiene caminando por el mismo lugar, al otro lado
de la ladera ya no le espera el bullicio de antes, sino el único alumno de 8
años que queda.
María Vidal es profesora, tiene 45 años y 24 de
ellos los ha dedicado a la enseñanza de los niños. Desde el 2001, sube de lunes
a viernes hasta los 3.400 m.s.n.m. para enseñar en el único colegio que tiene
Shongohuarco, una comunidad enclavada en las alturas de Áncash. Ella es la
única docente del centro educativo multigrado N°84203.
Para llegar hasta ahí, María debe levantarse a las 4
a.m., dejar preparado el desayuno y almuerzo de sus hijos que viven con ella en
Sihuas, (a dos horas de distancia), y salir al paradero a las 5:30 a.m. María
echa la mochila a la espalda, se coloca una gorra para protegerse del brillo
solar y saca el paraguas por si el clima se pone recio.
El periplo empieza cuando la combi la deja en la
curva de Huayllampo, desde donde camina 40 minutos hasta Shongohuarco, el
centro poblado donde viven 100 personas y está compuesto por 40 viviendas,
según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).
Una vez que llega a su destino, solo dos recintos
sobresalen entre la bruma de la mañana: la cruz de una iglesia y el colegio
multigrado. En Shongohuarco no hay comisaría, ni posta médico ni alumbrado
público.
Aunque el trayecto haya sido extenuante, María
recién empieza su jornada cuando por uno de los caminos, detrás de la iglesia,
Erik anuncia su llegada corriendo.
-El mejor de la clase-
Pillo y Doki salen disparados de la casa apenas Erik
abre la puerta para ir al colegio. Sus mascotas lo acompañan en los 10 minutos
que le toma el camino para ir a estudiar. Él es el único alumno que queda en el
colegio de Shongohuarco, una de las 2.214 instituciones educativas que hay en
Áncash.
En los últimos 18 años, la población del distrito de
Cashapampa se ha reducido en 18%. Mientras en el año 2000 había 3.436
habitantes, el último registro poblacional es de 2.819 personas. Es decir, casi
la quinta parte de la población se ha ido del distrito.
Hace 17 años, en el colegio de Shongohuarco
estudiaban 33 niños de 1ro a 4to grado de primaria, pero año a año los alumnos
fueron disminuyendo. En el distrito de Cashapampa hay 11 colegios unidocentes y
multigrados de los 37.466 que hay en todo el país, según el Minedu.
Pese a que no hay más que un alumno en el aula,
María ejecuta su jornada sin modificaciones: empieza a las 8 a.m. con la
formación, ingresa al salón con Erik y pasa lista. “No ha venido”, le responde
traviesamente el niño.
“El único problema es que no se pueden hacer grupos.
Entre los dos trabajamos. Erik rinde muy bien en los cursos”, comenta María,
quien elabora su clase un día antes con la misma rigurosidad, tomará los
exámenes y evaluará a su alumno cada fin de mes.
¿Cuál es la principal motivación de María? “Por
enseñarle al niño, para que sea algo en la vida. Yo he estudiado para ser
profesora y tengo que sacarlo adelante”, confiesa María, quien ha construido
una sólida confianza con su alumno. “Con Erik en las buenas y en las malas
estamos”, dice la maestra.
En el trayecto de regreso a casa, Erik aprovecha en
contar que su libro favorito es Paco Yunque y que en un futuro quisiera ser bombero
“para poder salvar vidas”.
-El primer alimento -
El comedor del colegio de Shongohuarco recibe a Erik
con el lema: “Un niño bien alimentado es un niño que aprende”, y de cumplirlo
se encarga su mamá, Lucía López Moreno, la profesora María y el programa Qali
Warma.
Para Lucía, este primer alimento que recibe Erik es
necesario para fortalecerlo. “Cuando no había era difícil, ahora tenemos la
comida”, comenta la madre del menor, cuya familia se dedica a la siembra de
trigo, cebada, olluco y papa. La distancia que lo separa de su hijo está en la
alimentación, algo que ella no pudo tener a plenitud. “No se podía, hasta para
comer faltaba. Los muchachos ahora tienen para comer”, confiesa.
Lina Morillo Mejía, monitora de Gestión Local de
Qali Warma del distrito de Cashapampa, es la encargada de asistir, al menos una
vez al mes, hasta el colegio de Erik para verificar que se cumplan los
estándares de buena manipulación de alimentos.
La escuela es surtida con arroz, azúcar, fideos,
hojuela de avena con quinua, hojuela de avena con kiwicha, harina de maíz, quinua
entera, leche, entre otros alimentos. “El impacto es bastante porque hay niños
que cuentan solo con estos alimentos en el día. Trabajamos con la comunidad,
con actores sociales, hacemos reuniones con ellos”, comenta Lina.
-Los esfuerzos-
La única vez que María Vidal faltó a clases fue
porque una fractura le impidió continuar con su labor. “Me accidenté en el
2012. Me di una resbalada y mi tibia y peroné se fracturaron. Estuve con
licencia un año. Ocurrió cuando regresaba del trabajo, vi un carro y por querer
agarrarlo rápido, bajé corriendo y me caí”, relata.
Para la maestra de 45 años, su labor no cesará
incluso cuando esto pueda suponer separarse de sus hijos. “Yo seguiré
trabajando hasta que cumpla 65 años, hasta el último, donde me manden iré.
Cuando me jubile, me iré tras mis hijos”, dice María mientras prepara una de
sus clases para Erik, el nombre que también lleva uno de sus cinco hijos. “Es
el nombre de mi hijo también y por eso lo quiero mucho. Es como mi sexto hijo”.
Solo una cosa parece no encajar para María: la larga
caminata que deben hacer los niños de Cashapampa para ir a estudiar. No hay una
movilidad de por medio ni caminos seguros para que asistan a clases. “Sufren.
De aquí salen temprano, de arriba bajan. Tienen que hacerlo todos los días. Es
la rutina de todos los días caminar e ir así al colegio”, relata.
El próximo año, Erik será uno de esos niños. Cuando
pase a 5to grado de primaria, deberá caminar hasta el colegio más próximo: en
Cashapampa, a una hora de Shongohuarco, o en Huanchí, a similar distancia. Todo
ello al filo de la carretera.
-La despedida-
Este año, una vez que Erik termine el 4to grado, la
escuela de Shongohuarco cerrará si hasta agosto no hay ningún alumno
matriculado. “Cuando ya termine, me ubicarán en una plaza”, explica María sobre
lo que será su partida del centro poblado.
Para ella, la vocación es justamente eso: trabajar
en bien de los niños, sin importar el lugar y la distancia que tenga que
recorrer. “Hasta el presidente ha tenido un maestro que le enseñe. Ser maestro
es algo maravilloso”, dice.
Con esta misma motivación María seguirá subiendo
cada trocha que le toque en los siguientes años. Ella sabe que el futuro está
ahí, abriendo camino entre la neblina, surcando la cordillera, pero siempre
junto a sus alumnos.